Roxy by Neal Shusterman & Jarrod Shusterman

Roxy by Neal Shusterman & Jarrod Shusterman

autor:Neal Shusterman & Jarrod Shusterman [Shusterman, Neal & Shusterman, Jarrod]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


20

Cuando el rey se viene abajo, derrotado sin remedio

ADDISON

Me pregunto si Rita sabe lo mucho que odio sentarme con ella en los bancos de los parques. Siempre se la ve muy satisfecha tejiendo sin parar, mientras que yo hago botar las rodillas deseando estar en cualquier otra parte del universo.

Hoy es en un parque de una ciudad con mucha gente. Da igual qué parque; da igual qué ciudad. Si me preguntaran, no sabría decirlo.

Los niños de Rita están en los columpios; hoy tiene varios. Madres, padres y niñeras se sientan o permanecen de pie cerca de ellos; la mayoría usa el móvil, ya sea para jugar a algo o para publicar en las redes sociales, de modo que solo prestan atención si alguien se hace daño. Yo creo que ellos necesitan más a Rita que sus críos, pero, como a Rita le gusta decirme, esa decisión no es nuestra.

Hoy, su bufanda se alarga como una cinta amarilla pálido que entra y sale de los columpios como una red de cordones de advertencia.

Alarga una mano y me la pone en la rodilla izquierda para que deje de dar botes.

—Deberías ir con tu chico —dice.

Lo miro. Su rodilla ha dejado de botar a la vez que la mía. ¿Qué puedo decir? Mis protegidos y yo siempre estamos sincronizados a la perfección.

—Ahora mismo no me necesita. Todavía no está jugando.

—Lo hará en cuestión de minutos —responde ella.

El crío está en el equipo de ajedrez del instituto y, cuando hace sol, como hoy, les gusta ir al parque. Hay varias mesas de hormigón con tableros de ajedrez integrados en la superficie. Ahora mismo, su tutor (un profesor de matemáticas que se toma el equipo demasiado en serio) intenta convencer con toda la amabilidad del mundo a un sin techo para que se vaya de una de las mesas, de modo que el equipo se quede con todas. Pero el hombre está formando un escándalo y se niega a marcharse.

—¿Por qué no reto a vuestro mejor jugador a cambio de la mesa? —propone—. Una partida.

Los críos se ríen entre dientes al pensar en que aquel vagabundo de barba desgreñada pueda jugar al ajedrez contra un miembro de su galardonado equipo. Ven al hombre como un peón sacrificado por el bien de piezas más importantes. Eso me cabrea.

—Señor, creo que no sería apropiado —responde con mucha paciencia el profesor.

—Entonces, ¿por qué no juego contra usted? ¿Eso sería apropiado?

Los críos empiezan a susurrar al respecto, para disgusto del profesor.

—Vamos, señor Markova —dice mi protegido—. Queremos ver cómo le gana.

Así que el profesor acepta a regañadientes. Y, mientras colocan las piezas, me doy cuenta de algo.

Conozco al hombre de la barba desgreñada. No como hombre, sino cuando era pequeño. Fue hace unos veintipico años, cuando yo también era bastante joven. ¿Cómo se llamaba? Lo ayudé a superar el instituto. Me quedé despierto con él toda la noche en el baile de graduación. Lo vi graduarse. Después se fue a la universidad y nuestros caminos se separaron.

Noto una punzada de pesar al ver lo bajo que ha caído después de lo mucho que lo ayudé a subir.



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